viernes, 27 de abril de 2012

Sobre la escritura

El proceso de escribir me recuerda los preparativos para una fiesta. No sabes a cuánta gente invitar, ni qué menú escoger, ni qué mantel poner... Ensucias ollas, platos, vasos, cucharas y cazos. Derramas aceite, lo pisoteas, resbalas, vas por los suelos, sueltas cuatro palabrotas, maldices el día en que se te ocurrió la feliz idea de complicarte la existencia. Finalmente, llegan los invitados y todo está limpio y reluciente, como si nada hubiera pasado. Los amigos te felicitan por el banquete y tú sueltas una de esas frases matadoras: "Nada..., total media hora... ¡todo lo ha hecho el horno!"   Casáñez, 1995: 114

  Porque la actitud del ser humano cuando escribe es distinta de cuando habla. Cuando escribimos se siente lo que llamaría yo la responsabilidad ante la hoja en blanco; es porque percibimos que ahora, en el acto de escribir, vamos a elevar el lenguaje a un plano distinto del hablar, vamos a operar sobre él, con nuestra personalidad psíquica, más poderosamente que en el hablar. En suma, hablamos casi siempre con descuido, escribimos con cuidado. Casi todo el mundo pierde su confianza con el lenguaje, su familiaridad con él, apenas coge una pluma. El idioma se le aparece, más que como la herramienta dócil de hablar, como una realidad imponente, el conjunto de todas las posibles formas de decir una  cosa, con la que el que escribe tendrá que luchar hasta que halle su modo.
Pedro Salinas, Aprecio y defensa del lenguaje, Seix Barral.